Federalismo en la gestión empresarial

by Julen

Preparando unas clases que tengo que impartir en un MBA he redescubierto un estupendo artículo de Charles Handy de allá por el año 92 en el que explicaba cómo y por qué aplicar un modelo federalista en la gestión de las empresas. He redisfrutado leyéndolo (que creo que es más intenso que «disfrutar releyendo») más aún que cuando lo hice allá por el siglo pasado. Os hago aquí un pequeño resumen, sin comentarios por mi parte. Dejo que sea el viejecillo Handy quien cuente. Yo tan sólo coloco un poco de énfasis en algunas cosas que me atraen más. Ah… por supuesto no hay que estar de acuerdo, ni de lejos, con lo que aquí puedes leer. Yo mismo iría a la yugular con algunas cosas que cuenta este chaval, pero ya habrá momento.

La idea de aplicar principios políticos a la gestión de empresas tiene mucho sentido, ya que las organizaciones de hoy en día se perciben más como minisociedades, que como sistemas impersonales. El concepto de federalismo resulta especialmente apropiado, puesto que ofrece una forma reconocida de enfrentarse a las paradojas del poder y el control, es decir: la necesidad de hacer que las cosas sean grandes, manteniéndolas pequeñas; de fomentar la autonomía dentro de determinados límites; de combinar la variedad con el objetivo compartido, la individualidad con la asociación, lo local con lo global, la región tribal con el estado nacional, o el estado nacional con el bloque regional. Cambiando unos cuantos términos, estas cuestiones de índole política forman parte de los problemas a los que se enfrentan los altos directivos de la mayoría de los grandes grupos empresariales de todo el mundo.

UNA FORMA DE VIDA

Ahora bien, el federalismo no es simplemente un eufemismo para hablar de reestructuración. Detrás de este concepto está la convicción, por ejemplo, de que la autonomía es fuente de energía; de que la gente tiene derecho a hacer las cosas a su manera, siempre que se hagan buscando el interés común; de que tiene que estar bien informada, ser bien intencionada y estar bien formada para ser capaz de interpretar en qué consiste y cuál es ese interés común; y el convencimiento de que las personas prefieren ser guiadas a ser gestionadas. Todos estos principios están en la base, en las entrañas de la organización, o, más exactamente, en el alma de la misma: en la forma que tiene de llevar a cabo las tareas del día a día. El federalismo bien entendido, más que una estructura política o un sistema, es una forma de vida.

La primera paradoja la constituye el hecho de que la organización exige ser al mismo tiempo grande y pequeña, ya se trate de empresas o de naciones. Por un lado las economías de escala siguen siendo aplicables. […] Ahora bien, al mismo tiempo, tanto las naciones como las empresas tienen que ser pequeñas. […] Queremos que haya pueblos, incluso en el centro de nuestras grandes ciudades. Las organizaciones empresariales no son distintas, en este sentido.

Hace doscientos años, el filósofo político, Edmund Burke, afirmaba que el poder centralizado conduce siempre a procedimientos burocráticos que, en última instancia, impiden la innovación, hacen desaparecer las diferencias entre individuos y, por lo tanto, inhiben el crecimiento. Sin embargo, en aras de la eficacia, las empresas se esfuerzan al máximo, por crear y establecer «fotocopias» de sí mismas, en todo el mundo.

«No puedes mandar en lo que no es tuyo«; no es posible gestionar un negocio como si fuera propio cuando uno no se puede permitir -o puede no querer- que lo sea.

LA SUBSIDIARIDAD

La subsidiaridad es el principio más importante del federalismo. Eso sí, es una pena que el término sea tan feo y difícil de pronunciar. Significa que el poder está en manos del nivel jerárquico más bajo posible, dentro de la organización.
A todos los directivos del mundo les tienta la idea de robarles la capacidad de decisión a sus subordinados.
Por último, la subsidiaridad exige inteligencia e información en tiempo real, o suficientemente amplia como para que sea posible percibir el conjunto, pero también, lo suficientemente detallada para que se puedan concretar las cuestiones sobre las que hay que tomar decisiones. Con anterioridad al fenómeno del intercambio de datos electrónicos, el mundo empresarial global era una ficción. Ahora bien, si se quiere que la gente ejerza su responsabilidad teniendo en cuenta los intereses del conjunto, tienen que tener, por un lado, la información que les permita hacerlo así y, por otro, la formación y conocimientos suficientes para interpretar dicha información.

LA INTERDEPENDENCIA

No es probable, más bien casi imposible, que se produzca interdependencia sin un acuerdo en cuanto a las reglas básicas de conducta, la forma común de comunicarse y la unidad de medida común.
El pluralismo constituye un elemento clave del federalismo porque contribuye a distribuir el poder y evita el riesgo de la autocracia y el excesivo control de la burocracia central. Asegura, además, una cierta dosis de democracia en las organizaciones de gran tamaño, ya que los deseos de los distintos participantes no pueden ser ignorados. El resultado de todo ello es el nuevo «centro disperso» característico del federalismo, un centro que es más una red que un lugar.

LA DIRECCIÓN

Hoy por hoy, la gestión, el seguimiento y el gobierno de una empresa se perciben, cada vez más, como funciones separadas, realizadas por órganos distintos, incluso aunque algunos miembros de cada uno de los cuerpos sean los mismos. Esto constituye el equivalente empresarial de la separación de poderes en el ámbito político.
La ciudadanía de orden local no requiere casi nunca ser reforzada. […] Cada vez más, es necesario reforzar la ciudadanía federal, si se desea fomentar la interdependencia. Por ello, las empresas crean el equivalente de los himnos y banderas nacionales, mediante la elaboración y difusión de la “declaración de la misión” o “declaración de la visión y valores” de la compañía, que se repiten una y otra vez por toda la federación.

EL PODER Y LA RESPONSABILIDAD

El empuje del profesionalismo asegura que este tipo de ideas vaya más allá de la estructura de la organización y llegue a los procesos de la misma, a la forma en la que las personas se relacionan unas con otras y a las tareas que realizan. El resultado es que la forma de pensar federal puede ampliarse y concretarse en un conjunto de máximas para la gestión de las organizaciones modernas.
La autoridad se obtiene de aquellos sobre los que se ejerce la autoridad.
Las personas tienen a la vez el derecho y el deber de ser responsables de su trabajo.
La autonomía implica tener que gestionar espacios vacíos.

CONFIANZA, EMPATÍA Y PERDÓN

Una gestión empresarial basada en la confianza, la empatía y el perdón suena bien, pero suena también a demasiado blanda. Sin embargo, en la práctica, es algo duro. Las organizaciones cuya base se constituye en la confianza, a veces tienen que ser implacables. Si hay alguien en quien ya no se puede confiar, tampoco se le puede dar a esa persona el espacio vacío al que nos referíamos anteriormente. Para que el espíritu de subsidiaridad se mantenga intacto, los que no se merecen la confianza depositada en ellos tienen que marcharse rápidamente.
Lo que es bueno para mí debería ser bueno para la empresa.

El federalismo no es algo simple. Armoniza complejidad con complejidad. Siempre resulta tentador intentar imponer una autoridad única y un sistema único sobre un conjunto de objetivos complejo; pero si lo hacemos, no tenemos en cuenta la necesaria variedad del mundo más amplio, en el que hoy se mueven todas las empresas. Sería como convertir la armonía musical en unisonancia. El federalismo está en sintonía con los tiempos. Unos tiempos que valoran y respetan la diversidad y la diferencia; unos tiempos en los que la gente quiere hacer las cosas a su manera y, a la vez formar parte de algo más grande; unos tiempos en los que se quiere que haya una estructura, pero no que se imponga la autoridad.

Si alguien ha llegado hasta aquí, premio: si quiere el artículo completo, que me pase un correo.

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8 comentarios

Telémaco 28/12/2005 - 12:11

Vaya, que sorpresa, he ganado el premio. Y no he hecho trampas ¡eh!, me ha parecido un artículo muy interesante.

Gracias.

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Iñaki 28/12/2005 - 13:05

Me parece muy interesante el tema que plantea Handy en su artículo, que es, en definitiva, la forma de armonizar en las organizaciones lo grande y lo pequeño, el centro y la periferia.

Como él mismo dice: «El federalismo está en sintonía con los tiempos. Unos tiempos que valoran y respetan la diversidad y la diferencia; unos tiempos en los que la gente quiere hacer las cosas a su manera y, a la vez formar parte de algo más grande; unos tiempos en los que se quiere que haya una estructura, pero no que se imponga la autoridad».

Aunque el artículo se escribió en 1992, casi me atrevería a decir que la problemática que plantea es más actual hoy en día que cuando fue escrito. Por ejemplo, ya entonces introducía el concepto de red:

«El pluralismo constituye un elemento clave del federalismo porque contribuye a distribuir el poder y evita el riesgo de la autocracia y el excesivo control de la burocracia central. Asegura, además, una cierta dosis de democracia en las organizaciones de gran tamaño, ya que los deseos de los distintos participantes no pueden ser ignorados. El resultado de todo ello es el nuevo «centro disperso» característico del federalismo, un centro que es más una red que un lugar«.

Creo que a nadie se nos escapa que el concepto de red, si en algún momento de la historia ha tenido vigencia, es sobre todo en el que ahora estamos viviendo.

Alberto ha publicado en «Administraciones en red» un post sobre medición (basado en un artículo de Luc Hoebeke), que en el fondo habla de cosas similares a algunas de las que plantea Handy en su artículo, como es la cuestión de las pequeñas y de las grandes escalas en la toma de decisiones y la necesidad de “armonizar” los niveles micro y macro de los organismos, las organizaciones y las sociedades en general.

Es un artículo, también, interesante, que realiza una aproximación al mismo tema desde otro enfoque.

Como digo en un comentario que envié al post de Alberto, un concepto que me interesa mucho es el de subsidiariedad. Espero escribir, próximamente, algún post sobre este tema.

Además, creo que hay mucho que decir sobre estas cuestiones desde la perspectiva de las administraciones públicas.

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Iñaki Pérez 28/12/2005 - 16:45

¡¡¡Santo Dios!!!, ¿Tanto tiempo he estado fuera?. Por favor Julen, hazme un resumen que me he perdido, … datablogging, categorías, …
Esto es un ejemplo muy claro para mi de dos cosas y espero que os sirva:
1. En dos días desconectado he perdido más información de la que perderían mis abuelos en un cuarto de vida.
2. Como no te metas en el río, no sabes si el agua está buena o no y además no entiendes muy bien al que te lo describe.

Socorro!!!
Y yo con mis problemillas tontos del trabajo y el mundo a toda hostia!! (Con perdón).

Ayuda…

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Iñaki Pérez 28/12/2005 - 16:47

Por cierto, soy otro Iñaki, … que como es un nombre tan poco habitual, ….

Responder
Julen 28/12/2005 - 19:22

Comentaba en un correo que he enviado esta mañana a Iñaki Ortiz (hay que utilizar apellido para identificar) que la dinámica de gestión grande/pequeño es una constante en las empresas de cierto tamaño. En el mundo industrial manejamos con frecuencia el término «minifábrica» o «minicompañía» y hay diferentes metodologías al respecto. En la misma línea, en automoción, por ejemplo, puedes encontrar las «unidades autónomas de producción» de Renault. El objetivo siempre es el mismo: acercar la gestión a las personas de base, buscar su compromiso en la resolución de sus problemas, pero manteniendo el horizonte de la casa común. Otro enfoque pueden ser los grupos autogestionados, autoorganizados o con otro tipo de bautismos «auto» siempre por delante.
En esta línea hay mucho trabajo de consultoría, pero siempre con problemas reales de gestionar la paradoja a la que estamos sometidos.
Una alternativa que hoy mismo comentaba en la comida con otro amigo consultor es la red, en sus últimas consecuencias; red que, en expresión de Charles Handy, sería la «confederación» y no la «federación» desde mi punto de vista. Es decir, la pregunta hoy es «¿qué me aporta de valor el centro»? Llegar hasta allí parece costar un buen atasco y cuando llegas muchas veces lo que allí haces podrías llevarlo a cabo desde la periferia. Centralizar es una opción, pero el mundo se mueve deprisa y creo que va en la otra dirección.

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Julen 29/12/2005 - 07:48

Iñaki P.H., no te preocupes por la cantidad de diarrea mental que estoy esparciendo. Creo que es pasajero, mientras dure el mal tiempo, el trabajo esté un poco más relajado y me dure todavía un resfriado que me tiene sin pisar la calle demasiado.

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Iñaki Pérez 30/12/2005 - 11:33

No se si lo entiendo bien, que ya sabes que yo no soy del centro, pero en todo caso para mi el «centro» pierde su aportación si no es para conseguir aunar esfuerzos y objetivos de la «periferia» y con ella, … o de las periferias, …
No es por entrar en temas políticos pero es como el modelo de estado, para qué demonios tenemos una administración central que no recoga los intereses del las periferias, … ¿Para autojustificar su existencia?, … yo te administro aunque tu no quieras, … ¿No es incomprensible?. ¿No se supone que somos libres?.
Pues en la empresa exacatamente igual, ¿Está el Director de X a mi servicio o yo al suyo como subordinado?, … si no me hace falta el «centro» para llegar mejor a mis objetivos, … ¿Para qué está?, … mejor a la calle, … (Por lo del apartado de las ideas descabelladas esas que tienes en el blog, donde aparecen cosas muy interesantes, por cierto)

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Julen 30/12/2005 - 12:21

Quizá sólo se trata de que cada vez más atrae la periferia y no tanto el centro, ¿no? Sin embargo, el centro sigue existiendo y es difícil ver un mundo donde no haya centro. Eso sería algo así como la anarquía y el caos completo. El centro equivale a la regla, la norma, la ley y… un supuesto interés común. Pero, claro, si ya estás en el centro entonces tienes que «automantenerte» y generar reglas y normas y leyes para que todo se mantenga.
El otro día me comentaban en una empresa que una de las razones para no eliminar el reloj del control de presencia es que quitas puestos de trabajo en personal. Seguro que es cierto.

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