El pasillo

by Julen

Es el cuento del pasillo. Me acordé ayer por un asunto delicado en una reunión en la que participaba. Cosas de humanos. Lo resumo.
El despacho estaba alejado de la zona de oficinas generales. Allí parecíamos estar aislados del mundanal ruido. Mi compañero me acosenjó cuando fuimos para allá que puerta y llave. Yo no entendí muy bien el asunto, pero era defensa propia. «Cierre antes de entrar». Pero eso es otra historia.
El caso es que de vez en cuando había que compartir tiempo y espacio con la gente de las oficinas generales. Y con la tensión en la que vivíamos, incumpliendo pedidos en plazo, con deméritos de cliente amenazantes, con una presión de reducción de costes importante, el teléfono sonaba y allí estaba la bronca del día. Agobiado, a salir a toda velocidad para las oficinas, casi maldiciendo a cada paso, seguro que con la tensión arterial en la parte chunga de la campana de Gauss.
El paso era rápido y la mente había hecho embudo suficiente como para sólo pensar en la movida a la que me dirigía. Bronca por algún asunto de incompetencia manifiesta, bronca por algún asunto de incompetencia supuesta, bronca por… daba igual, bronca al fin y al cabo.
Pero allí enfrente estaba el pasillo. Yo diría que unos veinte metros, estrecho, pero… largo. Y allí se producía la transformación.
Había tiempo desde el primer al último paso. Tiempo suficiente para ralentizar el paso, para respirar más pausadamente, para desmontar el sentido de la bronca, para dibujar una sonrisa en los labios. Al final había unas escaleras. Y al entrar en las oficinas creo que nadie entendía por qué el capullo ese bajaba a dos por hora y con una sonrisa en los labios. Sólo yo sabía que había disfrutado del tiempo suficiente para coger distancia de los hechos. Y es que mira que se evitan problemas con una sonrisa en los labios y un poco de tolerancia.

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