Caligrafía digital, caligrafía de gestión empresarial

by Julen

En muchas de mis clases suelo manejar el concepto de «torpe digital», con todo mi cariño. Y suelo decir la cuadrilla de torpes digitales habitualmente ha ganado el poder. En buena parte, son nuestros directivos (casi siempre del género masculino, quizá para agravar el problema). Y, claro, esta cuadrilla de torpes digitales son los que nos hacen trabajar. Hay que convencerlos de qué es el p2p, las herramientas colaborativas, explicarles lo que es Internet, para qué vale, cómo nos afecta al negocio… Aunque ellos quizá necesiten, en muchos casos, caligrafía digital.
La pirámide se ha invertido. Los que ganan pasta, más torpes digitalmente hablando, están arriba. Es la estadística, pero hay excepciones… aún peores.
Entonces, la escena es tal que:
– A veeer, a veeer, señó diretó, si nos aclaramos. La m con la a… maaaa. Entonces, esto es el teclado y esto el ratón. La tele, ehhh, la tele, es…. la pantalla. Y vale para ver lo que aprieta en el teclado…
Vale, vale, puede que no sea para tanto. Pero parece que en Holanda han buscado una alternativa para que insignes catedráticos y gente de esa calaña aprenda con la chavalería. Fotos a raudales. Real como la vida misma. Es por lo que escribo este post. Me trae recuerdos entrañables.
El mundo se repite. Esta misma experiencia la puse en marcha allá por el año 99 en Maier, mi querida ex-empleadora, una empresa que me dio una tarjeta en la que se podía leer: Julen Iturbe-Ormaetxe, responsable de gestión del conocimiento. Impresionante, aquí una prueba, no miento (página de contribuyentes al informe) . Y yo, sin guardar ninguna de aquellas tarjetas. Con lo chulo que quedarían en el museo de los horrores empresariales. Al grano; el caso es que coloqué becarios multiuso con los directivos paleolítico-digitales. ¿Para qué? Para que les acompañaran en el uso de los ordenadores, para que aquella cuadrilla de torpes digitales hicieran lo que se supone que debían hacer asumiéndolo ellos mismos y no escaqueándose debido a sus limitaciones.
En todo esto siempre hay que considerar que nada puede darse por supuesto. Hay que ir al punto 0. Empezar porque el ordenador (curioso nombre, ahora que lo pienso, para mí que últimamente no hago más que hablar del caos… o sea ¿caotizador?) es un bicho que suele enchufarse a la corriente eléctrica y al que poco a poco se le coge cariño, como al perro. Empezar por explicar que siempre puede preguntarle por la noche a su hijo, el pequeño, si es que hay algo que no han entendido. Es decir, tratando de buscar una relación amistosa entre máquina y humano.
Claro está que extrapolando el contenido del aprendizaje, me surge una reflexión: ¿los directivos podrían aprender de gestión empresarial con la becaria que ha terminado la carrera y empezó ayer a trabajar? ¿Cómo sería la escena si lo que la chavalería está enseñando es gestión empresarial? Total, me da que es la misma cuestión, ahora que la caligrafía de gestión empresarial ya no es cómo la aprendió mi querido gerente allá a mediados del siglo pasado. Sí, ése que al que le saca de marrones su hijo de 11 años cuando se les chufla el mando del video.

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