Entusiasmado con las conversaciones del post anterior, en mi clase de ayer, con el mismo grupo, estuve todo el tiempo conversando con los alumnos del asunto de los «sistemas». Más aspero que el tema de la clases anterior y ya ves, fue mucho mejor. El sistema nos atrapó y hubo un no sé qué mucho más interesante en el ambiente. No diría que fue entusiasmo. Simplemente, que tuvieron que hacer cosas y ver qué hacían los demás.
Suelo utilizar un ejercicio que repito y repito (algún día habrá que hacer estadística). Me encanta. Se trata de una especie de «dilema del prisionero» pero más abierto, con más opciones. Las personas tienen que ir decidiendo cuánto aportan, manejando información de lo que hacen los demás. Y fue glorioso.
La información que reciben les sirve para decidir. Pero pueden asimilarla como procedente de individuos (o sea, persona a persona) o como procedente del sistema teórico que se conforma. También están condicionados por mi comportamiento, porque intuyen que puede haber un tipo de respuestas más «correctas» que otras por lo que hago o digo.
Es evidente que abrimos cauces para hacer, implicarse o entusiasmarse (allá cada uno con sus genes y cultura) cuando las personas tenemos que tomar una postura activa y veo a mi alrededor otras posturas que puedo comparar. La información ayuda a regular hacia dónde dirigimos la conducta. Supongo que estoy hablando que el medio que me rodea condiciona mi conducta… o, mejor, que conforma un sistema. ¡Eso es! Genes y cultura conforman un sistema.
Serán ya quizá diez las ocasiones en que, con algún pequeño matiz, he realizado este ejercicio. Y aventuro algunas conclusiones:
1- Es fácil generar sistemas que influyen en las personas, sin necesidad de una acción directa coercitiva o recompensante para modificar comportamientos.
2- Son muy pocas las personas capaces de mantener coherencia en su conducta. Varía claramente de acuerdo a como lo hace el sistema.
Información y teoría de sistemas. Y personas, con sus genes y su historia por detrás, además de una situación de laboratorio donde uno como profesor no deja de ser otra variable condicionante.
En fin, me viene a la cabeza otra de las simplezas para crear ¿entusiasmo? Vuelve a ser la famosa empatía. Habrá que ponerse en su lugar para tratar de entenderles. Y eso sí; también reconozco que, a veces, da igual. Pero hay que ser Argiñano, monstruo del medio, para pensar que en ti está la gracia. Si no eres así, empatiza, empatiza, que parece cosa sana.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.