Todo es relativo al querer cambiar

by Julen

Estoy trabajando con una empresa en la que somos muchos los que vemos que está cambiando en la dirección correcta. Estamos, además, convencidos de que las personas deben tener más capacidad de decidir sobre su propio destino. Esto quiere decir que la «dirección» renuncia activamente al rol prepotente de decidir cómo hay que hacer las cosas. (En este sentido me vienen a la cabeza bastantes cosas de las que tratan Hobest Consultores en su libro «Gestión empresarial y participación de los trabajadores», cuya introducción puedes descargar aquí). En este proceso, sin embargo, me resultan interesantes algunas dificultades. Allá voy con ellas.

El sistema actúa casi con vida propia. Al tocar algo que afecta a un grupo, inmediatamente se dirige la mirada a la forma en que incide a otro grupo. Nada se puede hacer sin considerar que va a repercutir (sin saber muy bien dónde y con qué intensidad) en otro lado. Esta manifestación del «sistema» está reforzada por una larga historia de anécdotas. Estamos atrapados por el sistema.

Segundo, es realmente difícil desprenderse del hábito de decidir qué debe hacerse. Nos sentimos pagados para ello. Tenemos que decir qué debe hacerse. Y enfrente, casi siempre, nos lo refuerzan: «dime qué hay que fabricar y cómo tengo que hacerlo». Lo repito, me parece de lo más difícil. Moverse en el filo de la navaja, tratando de movilizar procesos de influencia sutiles, sin dictar nada, es muy complicado.

Tercero, la distribución de tiempos dentro del PDCA ha cambiado. La «P» es importante, pero nos pide cada vez menos tiempo. Tremenda paradoja. Tengo que pensar, pero tengo que hacer. Si me apuras, tengo que hacer y pensar al mismo tiempo. La rapidez es crítica. En este sentido, cada vez es más pecado la parálisis por el análisis. El diagnóstico languidece…o se funde con la acción desde el momento cero.

Por último, hay muy pocas personas con observación global. El desmenuzamiento progresivo de las organizaciones ha generado monstruitos locales. El cliente queda lejos para muchas partes de la empresa. Cada cual, desde su atalaya, observa una parte del campo de batalla. El problema es que muchos no perciben el campo en el que están presentes. Están en él, pero no lo ven. Saben que es su sitio, pero no comprenden la globalidad.

En fin, gracias a estas dificultades, como casi siempre, el proyecto cada vez se pone más interesante.

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