A cambiar

by Julen

Cambiar, cambiar. Cada día escucho ejemplos de la importancia de saber asumir el cambio permanente. Tenemos que cambiar viejos esquemas por nuevas formas de hacer las cosas. Tenemos esta organización en el taller y hay que cambiarla por esta otra. Tenemos estas personas en esta función y hay que cambiarlas por otras. Tenemos un software que ya no da las prestaciones que debiera y hay que cambiarlo. Tenemos un equipo directivo que hay que cambiar.
Sí, pero… un cambio ¿puedo hacerlo pensando que va a provocar un efecto inmediato, directo y duradero en la dirección adecuada? Lo siento, cada vez creo que la respuesta es no. Cambiar algo no modifica nada. Perdón, quiero decir cambiar algo modifica algo, pero los efectos colaterales del cambio (¡y los efectos que vaya usted a saber cuándo veré!) actuarán sobre el elemento inicial.
Cambio el software y mi equipo no sabe funcionar con el nuevo; además, las máquinas se niegan a ser tan competentes como antes. Cambio la organización del taller y en calidad se levantan en armas; además, los de personal se mosquean porque aparecen reivindicaciones retributivas. Cambio al equipo directivo y resulta que algunos de l@s salientes enfilan el éxito en otras empresas. ¿Por qué no aquí y antes? Porque no fuimos capaz de entender el sistema que conformaba todo ello.
Me creo a Goldratt: óptimos locales no son óptimos globales (o, mejor aún, óptimos locales, desgracias globales).
Me creo a Peter Senge: hay demora en los efectos… y no hay paciencia para ver el escenario global. De todas, todas, el agua va de muy caliente a muy fría. El sistema me domina. Cuidado.
Entender el sistema, tener paciencia y soportar un cierto caos, toda una cuestión de empeño y suerte.

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